La necesidad de implementación de esta sub-especialidad comenzó en el mundo hace ya por lo menos 30 años y los avances realizados en los últimos años en el campo de la ginecología oncológica, ha determinado que esta se halla constituido en diversas partes del mundo como una subespecialización dentro de la Ginecología.
Esta corriente comenzó en el mundo a partir de 1969 en los Estados Unidos y luego se extendió rápidamente a Canadá, Australia y Europa Occidental. Solo a manera de ejemplos pueden citarse los cursos de especialización de varios años de duración que se realizan en los Estados Unidos, en el marco de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de ese país, que otorga una vez finalizado el entrenamiento el título de Ginecólogo Oncólogo.
Se comenzó a reconocer la necesidad de la subespecialización dentro de la disciplina tocoginecológica y se comenzaron a individualizar áreas de conocimientos especiales que eran importantes para el cuidado de la salud femenina.
En los Estados Unidos, ya en 1969, se definieron estas áreas particulares de especialización que deberían desarrollarse en programas de entrenamiento posteriores a la residencia tradicional. Una de ellas fue la Oncología Ginecológica, que fue reconocida por el American College de Obstetricia y Ginecología, el American Board de Obstetricia y Ginecología y muchas otras sociedades e instituciones de Estados Unidos.
Con respecto a la Ginecología Oncológica, la primera decisión que debió tomarse, fue el elegir si el objetivo de esta subespecialidad sería solamente enfatizar la importancia del entrenamiento en la cirugía radical o proveer al ginecólogo oncólogo de una capacitación más amplia de habilidades y conocimientos.
Se decidió que idealmente el ginecólogo oncólogo debería ser un médico que ha adquirido conocimientos y habilidades suficientes para utilizar todas las formas efectivas de tratamiento de los cánceres ginecomamarios. Por lo tanto, este especialista debería tener entrenamiento, habilidades y conocimientos no solamente de cirugía radical sino de terapia radiante, quimioterapia y patología. Este especialista debería poseer también los conocimientos de medicina general necesarios para afrontar los múltiples problemas de la enferma con cáncer ginecológico. Pero para ello, deberá el candidato haber completado ya la residencia tradicional en ginecología y obstetricia.
Como resultado de todos estos cambios se produjeron notables avances en el tratamiento de estos tumores, entre los que pueden citarse la incorporación de la quimioterapia al tratamiento primario de los tumores de ovario y cuello, los tratamientos conservadores de la fertilidad en los tumores de útero, cuello uterino y ovario entre otros y la racionalización de todos los tratamientos de la especialidad.
Otros beneficios de la subespecialidad han sido la consagración de la necesidad de individualizar los tratamientos, de evaluar los factores de riesgo, y de asignar gran trascendencia a la calidad de vida, reflexionando permanentemente sobre el costo/beneficio. Por ello, no sorprende comprobar que temas como la reconstrucción pelviana y mamaria y la rehabilitación sexual se hayan transformado en preocupaciones crecientes y legítimas del ginecólogo oncólogo.
La vulvectomía radical o extirpación completa de la vulva ya no se considera indispensable para todas las pacientes con cáncer de vulva inicial; otro ejemplo de modificación de conductas quirúrgicas es el hecho que la extirpación de un solo ovario puede ser tratamiento suficiente para casos seleccionados de cánceres ováricos. La incorporación de la quimioterapia al tratamiento primario del cáncer de ovario, también es otro ejemplo en otra área del tratamiento del cáncer, de la importancia de la subespecialización, dado que fue concebida por un ginecólogo oncólogo en el M.D. Anderson Hospital, Sección de Ginecología Oncológica.